miércoles, 28 de diciembre de 2011

Dante's Inferno

Hey everybody!!! Jajaja felices fiestas, etc. Ya casi termina el año! 
Uff, muchísimo sin aparecerme por acá, creo que esta es la primera entrada de diciembre y la última del 2011, en fin, en vista de que hace algunos días comencé a jugar el "Infierno de Dante" para Xbox 360 resulta que ya lo terminé (bueno en realidad lo terminamos un amigo y yo) y vencimos a Lucifer y blah blah.
Como sabrán algunos, éste juego esta basado en La Divina Comedia del florentino Dante Alighieri, obra compuesta por tres partes "Infierno", "Purgatorio" y "Paraiso".
La verdad es que este acontecimiento es una buena excusa para publicar algo de lo que me gusta, en este caso son los trabajos que me impresionaron cuando mi papá me llevó de niña a una exposición del fabuloso AUGUSTE RODIN.

Breve descripción para los que no lo conocen:
François-Auguste-René Rodin (París12 de noviembre de 1840 - Meudon17 de noviembre de 1917) fue un escultor francés contemporáneo a la corriente Impresionista. Enmarcado en el academicismo más absoluto de la escuela escultórica neoclásica, es el escultor encargado no sólo de poner fin a más de dos siglos en busca de la mimesis en las artes tridimensionales, sino de dar además un nuevo rumbo a la ya obsoleta concepción del monumento y la escultura pública. Es por esto que Rodin ha sido denominado en la historia del arte: «el primer moderno».

Que ¿Qué tiene que ver Augusto Rodin con ese videojuego? En realidad no es precisamente con el videojuego, sino con el poeta italiano. He aqui algunos trabajos de Rodin:

Las Puertas del Infierno


Las puertas del infierno (La Porte de l'Enfer) es un monumental grupo escultórico, mide 6,35 m de alto, 4 de ancho y 1 de profundidad. Contiene 180 figuras cuyas dimensiones fluctúan entre los 15 cm y más de un 1 m.
La iconografía está basada en La Divina Comedia de Dante y en los poemas de Baudelaire de su obra Las flores del Mal, tratando de realizar una gran alegoría del amor y la condena.
El material es bronce, aunque no se fundió hasta después de la muerte del artista.

El Pensador


La pieza, denominada originalmente El poeta, formaba parte de una comisión del Museo de Artes Decorativas de París para crear un monumental portal basado en La Divina Comedia de Dante. Cada una de las estatuas representaba a uno de los personajes principales del poema alegórico. El pensador, en su origen, buscaba representar a Dante frente a Las Puertas del Infierno.
Rodin hizo un primer modelo de la escultura en yeso en 1880. La primera escultura a gran escala se culminó en 1902, aunque no fue presentada en público hasta 1904.

El Beso


La pareja abrazada de El Beso (Le Baiser) apareció originalmente entre un grupo de relieves decorando la monumental puerta de bronce de la mansión CozziLas Puertas del Infierno.
Antes de crear la versión en mármol, Rodin produjo varias esculturas menores en yesoterracota y bronce. En principio fue llamada Francesca da Rimini, nombre de uno de los personajes del Infierno de Dante, que se enamoró del hermano de su marido, Paolo, a su vez casado. Enamorados mientras leían juntos la historia de Lanzarote y Ginebra, fueron descubiertos y asesinados por el marido de Francesca.
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El objetivo del blog es básicamente ser lo más breve posible al exponer los temas, de esto depende el interés y la curiosidad de los mismos, es por eso que solo incluiré estas tres obras de Rodin. Sin embargo estas tienen algo en común:
Estas ideas las podemos ver plasmadas en su obra más importante, Las Puertas del Infierno (1880-1917), para las que en un comienzo fueron pensadas las figuras El pensador (Le Penseur), El beso (Le Baiser) y Dánae. Estas puertas, originalmente hechas para un supuesto museo de artes decorativas de París que nunca fue creado, tienen como tema el Infierno de Dante Alighieri, y en ellas Rodin plasma algunos pasajes de este libro usando como narración los cuerpos de los personajes involucrados.

Para finalizar solo diré que mi favorita siempre será "El beso" por alguna extraña razón simplemente me gusta, sin formular una opinión pretenciosa jejeje.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Kūki Ningyō (空気人形 ) (2009)

Hace ya tiempo que tengo esto y nadie comenta!!! ¬¬ y según el contador de visitas (que tengo confianza en que funciona) marca que siempre hay visitantes, pero resulta que ni siquiera en la caja de comentarios hay comentarios a excepción del spam u_________u Nimodo, ya no actualizaré el blog tan seguido :P

A lo que iba, hace rato que no posteo algún filme así que hoy dejo uno muy bueno, uno de esos dramas asiáticos que tanto me gustan y esta vez es japonés.
La peli se llama "Air Dol" y está basada en un manga del mismo nombre, también conocido como "la figura neumática de una chica" (que por cierto no pude encontrarlo en internet u_u), bueno, desde mi punto de vista no es una historia del todo original pero vaya que es conmovedora, es decir, toca temas existenciales: la soledad, el amor y también la pregunta que alguna vez nos hemos hecho ¿Por que existimos? ¿Cuál es nuestro destino? etc.


Brevemente describiré el argumento:
Un hombre solitario (que aparentemente le teme a las mujeres) vive con una sex doll, pero resulta que un día ésta cobra vida y también tiene conciencia, entonces comienza a dar paseos al exterior sin que su dueño se entere. En una de sus salidas ella se da cuenta de que es capaz de sentir, cuando se enamora de un joven que trabaja en un videoclub.


"La vida está hecha de tal forma que nadie puede llenarla solo"...




Título: 空気人形/ Air Doll/ Muñeca inflable
Director: Hirokazu Koreeda
Pais: Japón
Género: Drama
Trailer:


El trailer es en español de España, pero no importa es solo para que se den un quemón. La película DvDRip esta en 1 link en Megaupload con subtítulos en español incrustados:


DESCARGAR


Fuente: http://warezkenneth1.blogspot.com

martes, 8 de noviembre de 2011

Uzumaki (うずまき)

Holaaaa, creo que tengo esto algo abandonadillo, es porque de repente no sé que publicar jeje, pero de cualquier forma aquí estoy de vuelta para contarles sobre "Uzumaki" un manga bastante curioso, que de hecho fue llevado al cine, aunque la verdad es que no he visto aún la película. Cuando la vea quizá la postee aquí =)

Uzumaki (うずまき,espiral) es un manga de horror escrito e ilustrado por Junji Ito, en la serialización  Shogakukan 's Big Comic Spirits.

La historia se refiere a los habitantes de la pequeña ciudad japonesa de Kurôzu-cho, que es narrada por una joven llamada Kyrie. A medida que los habitantes estén obsesionados por las ocurrencias de las espirales naturales y artificiales a su alrededor. El resultado de esta obsesión es una lenta transformación en algo más que humano, que conduce a una muerte espantosa, representada de manera realista.


Se me hizo bastante original la trama de la historia, muy bizarra y un ambiente oscuro y desalentador que muchos clasificarían como de terror, pero bien podría ser ciencia ficción, supongo que todo es a criterio de cada quien. En lo personal me facinó ya que comencé a leerlo con una idea de misterio. Es decir, espirales por doquier!

El manga se compone de 19 capítulos y uno extra, divididos en tres tomos:

Tomo Nº 1


1.- Obsesión espiral parte 1
2.- Obsesión espiral parte 2
3.- La cicatriz
4.- El efecto de disparo
5.- Almas retorcidas
6.- Medusa

Tomo Nº 2

  7.- El muñeco sorpresa
  8.- Personas caracol
  9.- El  faro oscuro
10.- Mosquitos
11.- Cordón umbilical
12.- La tormenta

TOMO Nº 3

13.- La casa
14.- El efecto mariposa
15.- Caos
16.- Erosión
17.- Escape
18.- El laberinto
19.- Culminación

Capítulo extra: Galaxias

Leí por ahí, que una de las influencias de éste autor es precisamente Howard Philips Lovecraft, que se puede ver claramente el horror cósmico en algunos otros mangas de Junji Ito.



Ahora viene lo mejor! Obviamente el manga en mediafire (Haz clic en el título para descargar)




Pass: losamadosmuertos

martes, 1 de noviembre de 2011

Los Amados Muertos [H.P. Lovecraft]

Es media noche. Antes del alba darán conmigo y me encerrarán en una celda negra, donde languideceré interminablemente, mientras insaciables deseos roen mis entrañas y consumen mi corazón, hasta ser al fin uno con los muertos que amo.
Mi asiento es la fétida fosa de una vetusta tumba; mi pupitre, el envés de una lápida caída y desgastada por los siglos implacables; mi única luz es la de las estrellas y la de una angosta media luna, aunque puedo ver tan claramente como si fuera mediodía. A mi alrededor, como sepulcrales centinelas guardando descuidadas tumbas, las inclinadas y decrépitas lápidas yacen medio ocultas por masas de nauseabunda maleza en descomposición. Y sobre todo, perfilándose contra el enfurecido cielo, un solemne monumento alza su austero capitel ahusado, semejando el espectral caudillo de una horda fantasmal. El aire está enrarecido por el nocivo olor de los hongos y el hedor de la húmeda tierra mohosa, pero para mí es el aroma del Elíseo. Todo es quietud -terrorífica quietud-, con un silencio cuya intensidad promete lo solemne y lo espantoso.
De haber podido elegir mi morada, lo hubiera hecho en alguna ciudad de carne en descomposición y huesos que se deshacen, pues su proximidad brinda a mi alma escalofríos de éxtasis, acelerando la estancada sangre en mis venas y forzando a latir mi lánguido corazón con júbilo delirante... ¡Porque la presencia de la muerte es vida para mí!
Mi temprana infancia fue de una larga, prosaica y monótona apatía. Sumamente ascético, descolorido, pálido, enclenque y sujeto a prolongados raptos de mórbido ensimismamiento, fui relegado por los muchachos saludables y normales de mi propia edad. Me tildaban de aguafiestas y "vieja" porque no me interesaban los rudos juegos infantiles que ellos practicaban, o porque no poseía el suficiente vigor para participar en ellos, de haberlo deseado.
Como todas las poblaciones rurales, Fenham tenía su cupo de chismosos de lengua venenosa. Sus imaginaciones maldicientes achacaban mi temperamento letárgico a alguna anormalidad aborrecible; me comparaban con mis padres agitando la cabeza con ominosa duda en vista de la gran diferencia. Algunos de los más supersticiosos me señalaban abiertamente como un niño cambiado por otro, mientras que otros, que sabían algo sobre mis antepasados, llamaban la atención sobre rumores difusos y misteriosos acerca de un tíotatarabuelo que había sido quemado en la hoguera por nigromante.
De haber vivido en una ciudad más grande, con mayores oportunidades para encontrar amistades, quizás hubiera superado esta temprana tendencia al aislamiento.
Cuando llegué a la adolescencia, me torné aún más sombrío, morboso y apático. Mi vida carecía de alicientes. Me parecía ser preso de algo que ofuscaba mis sentidos, trababa mi desarrollo, entorpecía mis actividades y me sumía en una inexplicable insatisfacción. Tenía dieciséis años cuando acudí a mi primer funeral. Un sepelio en Fenham era un suceso de primer orden social, ya que nuestra ciudad era señalada por la longevidad de sus habitantes. Cuando, además, el funeral era el de un personaje tan conocido como mi abuelo, podía asegurarse que el pueblo entero acudiría en masa para rendir el debido homenaje a su memoria. Pero yo no contemplaba la próxima ceremonia con interés ni siquiera latente. Cualquier asunto que tendiera a arrancarme de mi inercia habitual sólo representaba para mí una promesa de inquietudes físicas y mentales. Cediendo ante las presiones de mis padres, y tratando de hurtarme a sus cáusticas condenas sobre mi actitud poco filial, convine en acompañarles. No hubo nada fuera de lo normal en el funeral de mi abuelo salvo la voluminosa colección de ofrendas florales; pero esto, recuerdo, fue mi iniciación en los solemnes ritos de tales ocasiones.
Algo en la estancia oscurecida, el ovalado ataúd con sus sombrías colgaduras, los apiñados montones de fragantes ramilletes, las demostraciones de dolor por parte de los ciudadanos congregados, me arrancó de mi normal apatía y captó mi atención. Saliendo de mi momentáneo ensueño merced a un codazo de mi madre, la seguí por la estancia hasta el féretro donde yacía el cuerpo de mi abuelo.
Por primera vez, estaba cara a cara con la Muerte. Observé el rostro sosegado y surcado por infinidad de arrugas, y no vi nada que causara demasiado pesar. Al contrario, me pareció que el abuelo estaba inmensamente contento, plácidamente satisfecho. Me sentí sacudido por algún extraño y discordante sentido de regocijo. Tan suave, tan furtivamente me envolvió que apenas puedo determinar su llegada. Mientras rememoro lentamente ese instante portentoso, me parece que debe haberse originado con mi primer vistazo a la escena del funeral, estrechando silenciosamente su cerco con sutil insidia. Una funesta y maligna influencia que parecía provenir del cadáver mismo me aferraba con magnética fascinación. Mi mismo ser parecía cargado de electricidad estática y sentí mi cuerpo tensarse involuntariamente. Mis ojos intentaban traspasar los párpados cerrados del difunto y leer el secreto mensaje que ocultaban. Mi corazón dio un repentino salto de júbilo impío batiendo contra mis costillas con fuerza demoníaca, como tratando de librarse de las acotadas paredes de mi caja torácica.
Una salvaje y desenfrenada sensualidad complaciente me envolvió. Una vez más, el vigoroso codazo maternal me devolvió a la actividad. Había llegado con pies de plomo hasta el ataúd tapizado de negro, me alejé de él con vitalidad recién descubierta.
Acompañé al cortejo hasta el cementerio con mi ser físico inundado de místicas influencias vivificantes. Era como si hubiera bebido grandes sorbos de algún exótico elixir... alguna abominable poción preparada con las blasfemas fórmulas de los archivos de Belial. La población estaba tan volcada en la ceremonia que el radical cambio de mi conducta pasó desapercibido para todos, excepto para mi padre y mi madre; pero en la quincena siguiente, los chismosos locales encontraron nuevo material para sus corrosivas lenguas en mi alterado comportamiento. Al final de la quincena, no obstante, la potencia del estímulo comenzó a perder efectividad. En uno o dos días había vuelto por completo a mi languidez anterior, aunque no era la total y devoradora insipidez del pasado. Antes, había una total ausencia del deseo de superar la inactividad; ahora, vagos e indefinidos desasosiegos me turbaban. De puertas afuera, había vuelto a ser el de siempre, y los maldicientes buscaron algún otro sujeto más propicio. Ellos, de haber siquiera soñado la verdadera causa de mi reanimación, me hubieran rehuido como a un ser leproso y obsceno.
Yo, de haber adivinado el execrable poder oculto tras mi corto periodo de alegría, me habría aislado para siempre del resto del mundo, pasando mis restantes años en penitente soledad.
Las tragedias vienen a menudo de tres en tres, de ahí que, a pesar de la proverbial longevidad de mis conciudadanos, los siguientes cinco años me trajeron la muerte de mis padres. Mi madre fue la primera, en un accidente de la naturaleza más inesperada, y tan genuino fue mi pesar que me sentí sinceramente sorprendido de verlo burlado y contrarrestado por ese casi perdido sentimiento de supremo y diabólico éxtasis. De nuevo mi corazón brincó salvajemente, otra vez latió con velocidad galopante enviando la sangre caliente a recorrer mis venas con meteórico fervor. Sacudí de mis hombros el fatigoso manto de inacción, sólo para reemplazarlo por la carga, infinitamente más horrible, del deseo repugnante y profano. Busqué la cámara mortuoria donde yacía el cuerpo de mi madre, con el alma sedienta de ese diabólico néctar que parecía saturar el aire de la estancia oscurecida.
Cada inspiración me vivificaba, lanzándome a increíbles cotas de seráfica satisfacción. Ahora sabía que era como el delirio provocado por las drogas y que pronto pasaría, dejándome igualmente ávido de su poder maligno; pero no podía controlar mis anhelos más de lo que podía deshacer los nudos gordianos que ya enmarañaban la madeja de mi destino.
Demasiado bien sabía que, a través de alguna extraña maldición satánica, la muerte era la fuerza motora de mi vida, que había una singularidad en mi constitución que sólo respondía a la espantosa presencia de algún cuerpo sin vida. Pocos días más tarde, frenético por la bestial intoxicación de la que la totalidad de mi existencia dependía, me entrevisté con el único enterrador de Fenham y le pedí que me admitiera como aprendiz.
El golpe causado por la muerte de mi madre había afectado visiblemente a mi padre. Creo que de haber sacado a relucir una idea tan trasnochada como la de mi empleo en otra ocasión, la hubiera rechazado enérgicamente. En cambio, agitó la cabeza aprobadoramente, tras un momento de sobria reflexión. ¡Qué lejos estaba de imaginar que sería el objeto de mi primera lección práctica!
También él murió bruscamente, por culpa de alguna afección cardiaca insospechada hasta el momento. Mi octogenario patrón trató por todos los medios de disuadirme de realizar la inconcebible tarea de embalsamar su cuerpo, sin detectar el fulgor entusiasta de mis ojos cuando finalmente logré que aceptara mi condenable punto de vista. No creo ser capaz de expresar los reprensibles, los desquiciados pensamientos que barrieron en tumultuosas olas de pasión mi desbocado corazón mientras trabajaba sobre aquel cuerpo sin vida.
Amor sin par era la nota clave de esos conceptos, un amor más grande -con mucho- que el que más hubiera sentido hacia él cuando estaba vivo.
Mi padre no era un hombre rico, pero había poseído bastantes bienes mundanos como para ser lo suficientemente independiente. Como su único heredero, me encontré en una especie de paradójica situación. Mi temprana juventud había sido un fracaso total en cuanto a prepararme para el contacto con el mundo moderno; pero la sencilla vida de Fenham, con su cómodo aislamiento, había perdido sabor para mí. Por otra parte, la longevidad de sus habitantes anulaba el único motivo que me había hecho buscar empleo.
La venta de los bienes me proveyó de un medio fácil de asegurarme la salida y me trasladé a Bayboro, una ciudad a unos 50 kilómetros. Aquí, mi año de aprendizaje me resultó sumamente útil. No tuve problemas para lograr una buena colocación como asistente de la Corporación Gresham, una empresa que mantenía las mayores pompas fúnebres de la ciudad. Incluso logré que me permitieran dormir en los establecimientos... porque ya la proximidad de la muerte estaba convirtiéndose en una obsesión.
Me apliqué a mi tarea con celo inusitado. Nada era demasiado horripilante para mi impía sensibilidad, y pronto me convertí en un maestro en mi oficio electo.
Cada cadáver nuevo traído al establecimiento significaba una promesa cumplida de impío regocijo, de irreverentes gratificaciones, una vuelta al arrebatador tumulto de las arterias que transformaba mi hosco trabajo en devota dedicación... aunque cada satisfacción carnal tiene su precio. Llegué a odiar los días que no traían muertos en los que refocilarme, y rogaba a todos los dioses obscenos de los abismos inferiores para que dieran rápida y segura muerte a los residentes de la ciudad.
Llegaron entonces las noches en que una sigilosa figura se deslizaba subrepticiamente por las tenebrosas calles de los suburbios; noches negras como boca de lobo, cuando la luna de la medianoche se oculta tras pesadas nubes bajas. Era una furtiva figura que se camuflaba con los árboles y lanzaba esquivas miradas sobre su espalda; una silueta empeñada en alguna misión maligna. Tras una de esas noches de merodeo, los periódicos matutinos pudieron vocear a su clientela ávida de sensación los detalles de un crimen de pesadilla; columna tras columna de ansioso morbo sobre abominables atrocidades; párrafo tras párrafo de soluciones imposibles, y sospechas contrapuestas y extravagantes.
Con todo, yo sentía una suprema sensación de seguridad, pues ¿quién, por un momento, recelaría que un empleado de pompas fúnebres -donde la Muerte presumiblemente ocupa los asuntos cotidianos- abandonaría sus indescriptibles deberes para arrancar a sangre fría la vida de sus semejantes? Planeaba cada crimen con astucia demoníaca, variando el método de mis asesinatos para que nadie los supusiera obra de un solo par de manos ensangrentadas. El resultado de cada incursión nocturna era una extática hora de placer, pura y perniciosa; un placer siempre aumentado por la posibilidad de que su deliciosa fuente fuera más tarde asignada a mis deleitados cuidados en el curso de mi actividad habitual. De cuando en cuando, ese doble y postrer placer tenía lugar...¡Oh, recuerdo escaso y delicioso!
Durante las largas noches en que buscaba el refugio de mi santuario, era incitado por aquel silencio de mausoleo a idear nuevas e indecibles formas de prodigar mis afectos a los muertos que amaba... ¡los muertos que me daban vida!
Una mañana, el señor Gresham acudió mucho más temprano de lo habitual... llegó para encontrarme tendido sobre una fría losa, hundido en un sueño monstruoso, ¡con los brazos alrededor del cuerpo rígido, tieso y desnudo de un fétido cadáver! Con los ojos llenos de una mezcla de repugnancia y compasión, me arrancó de mis salaces sueños.
Educada pero firmemente, me indicó que debía irme, que mis nervios estaban alterados, que necesitaba un largo descanso de las repelentes tareas que mi oficio exige, que mi impresionable juventud estaba demasiado profundamente afectada por la funesta atmósfera del lugar. ¡Cuán poco sabía de los demoníacos deseos que espoleaban mi detestable anormalidad! Fui suficientemente juicioso como para ver que el responder sólo lo reafirmaría en su creencia de mi potencial locura... resultaba mucho mejor marcharse que invitarlo a descubrir los motivos ocultos tras mis actos.
Tras eso, no me atreví a permanecer mucho tiempo en un lugar por miedo a que algún acto abierto descubriera mi secreto a un mundo hostil. Vagué de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo. Trabajé en depósitos de cadáveres, rondé cementerios, hasta un crematorio... cualquier sitio que me brindara la oportunidad de estar cerca de la muerte que tanto anhelaba.
Entonces llegó la Guerra Mundial. Fui uno de los primeros en alistarme y uno de los últimos en volver, cuatro años de infernal osario ensangrentado... nauseabundo légamo de trincheras anegadas de lluvia... mortales explosiones de histéricas granadas... el monótono silbido de balas sardónicas... humeantes frenesíes de las fuentes del Flegeton1... letales humaredas de gases venenosos... grotescos restos de cuerpos aplastados y destrozados... cuatro años de trascendente satisfacción.
En cada vagabundo hay una latente necesidad de volver a los lugares de su infancia. Unos pocos meses más tarde, me encontré recorriendo los familiares y apartados caminos de Fenham. Deshabitadas y ruinosas granjas se alineaban junto a las cunetas, mientras que los años habían deparado un retroceso igual en la propia ciudad. Apenas había un puñado de casas ocupadas, aunque entre ellas estaba la que una vez yo considerara mi hogar. El sendero descuidado e invadido por malas hierbas, las persianas rotas, los incultos terrenos de detrás, todo era una muda confirmación de las historias que había obtenido con ciertas indagaciones: que ahora cobijaba a un borracho disoluto que arrastraba una mísera existencia con las faenas que le encomendaban algunos vecinos, por simpatía hacia la maltratada esposa y el mal nutrido hijo que compartían su suerte. Con todo esto, el encanto que envolvía los ambientes de mi juventud había desaparecido totalmente; así, acuciado por algún temerario impulso errante, volví mis pasos a Bayboro.
Aquí, también los años habían traído cambios, aunque en sentido inverso. La pequeña ciudad de mis recuerdos casi había duplicado su tamaño a pesar de su despoblamiento en tiempo de guerra. Instintivamente busqué mi primitivo lugar de trabajo, descubriendo que aún existía, pero con nombre desconocido y un "Sucesor de" sobre la puerta, puesto que la epidemia de gripe había hecho presa del señor Gresham, mientras que los muchachos estaban en ultramar.
Alguna fatídica disposición me hizo pedir trabajo. Comenté mi aprendizaje bajo el señor Gresham con cierto recelo, pero se había llevado a la tumba el secreto de mi poco ética conducta. Una oportuna vacante me aseguró la inmediata recolocación.
Entonces volvieron erráticos recuerdos sobre noches escarlatas de impíos peregrinajes y un incontrolable deseo de reanudar aquellos ilícitos placeres. Hice a un lado la precaución, lanzándome a otra serie de condenables desmanes. Una vez más, la prensa amarilla dio la bienvenida a los diabólicos detalles de mis crímenes, comparándolos con las rojas semanas de horror que habían pasmado a la ciudad años atrás. Una vez más la policía lanzó sus redes, sacando entre sus enmarañados pliegues... ¡nada!
Mi sed del nocivo néctar de la muerte creció hasta ser un fuego devastador, y comencé a acortar los períodos entre mis odiosas explosiones. Comprendí que pisaba suelo resbaladizo, pero el demoníaco deseo me aferraba con torturantes tentáculos y me obligaba a proseguir.
Durante todo este tiempo, mi mente estaba volviéndose progresivamente insensible a cualquier otra influencia que no fuera la satisfacción de mis enloquecidos anhelos. Dejé deslizar, en alguna de esas maléficas escapadas, pequeños detalles de vital importancia para identificarme. De cierta forma, en algún lugar, dejé una pequeña pista, un rastro fugitivo, detrás... no lo bastante como para ordenar mi arresto, pero sí lo suficiente como para volver la marea de sospechas en mi dirección. Sentía el espionaje, pero aun así era incapaz de contener la imperiosa demanda de más muerte para acelerar mi enervado espíritu.
Enseguida llegó la noche en que el estridente silbato de la policía me arrancó de mi demoníaco solaz sobre el cuerpo de mi postrer víctima, con una ensangrentada navaja todavía firmemente asida. Con un ágil movimiento, cerré la hoja y la guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Las porras de la policía abrieron grandes brechas en la puerta. Rompí la ventana con una silla, agradeciendo al destino haber elegido uno de los distritos más pobres como morada. Me descolgué hasta un callejón mientras las figuras vestidas de azul irrumpían por la destrozada puerta. Huí saltando inseguras vallas, a través de mugrientos patios traseros, cruzando míseras casas destartaladas, por estrechas calles mal iluminadas. Inmediatamente, pensé en los boscosos pantanos que se alzaban más allá de la ciudad, extendiéndose unos 60 kilómetros hasta alcanzar los arrabales de Fenham. Si podía llegar a esa meta, estaría temporalmente a salvo. Antes del alba me había lanzado de cabeza por el ansiado despoblado, tropezando con los podridos troncos de árboles moribundos cuyas ramas desnudas se extendían como brazos grotescos tratando de estorbarme con su burlón abrazo.
Los diablos de las funestas deidades a quienes había ofrecido mis idólatras plegarias debían haber guiado mis pasos hacia aquella amenazadora ciénaga.
Una semana más tarde, macilento, empapado y demacrado, rondaba por los bosques a kilómetro y medio de Fenham. Había eludido por fin a mis perseguidores, pero no osaba mostrarme, a sabiendas de que la alarma debía haber sido radiada. Tenía remota la esperanza de haberlos hecho perder el rastro. Tras la primera y frenética noche, no había oído sonido de voces extrañas ni los crujidos de pesados cuerpos entre la maleza. Quizás habían decidido que mi cuerpo yacía oculto en alguna charca o se había desvanecido para siempre entre los tenaces cenagales.
El hambre roía mis tripas con agudas punzadas, y la sed había dejado mi garganta agotada y reseca. Pero, con mucho, lo peor era el insoportable hambre de mi famélico espíritu, hambre del estímulo que sólo encontraba en la proximidad de los muertos. Las ventanas de mi nariz temblaban con dulces recuerdos. No podía engañarme demasiado con el pensamiento de que tal deseo era un simple capricho de la imaginación. Sabía que era parte integral de la vida misma, que sin ella me apagaría como una lámpara vacía. Reuní todas mis restantes energías para aplicarme en la tarea de satisfacer mi inicuo apetito. A pesar del peligro que implicaban mis movimientos, me adelanté a explorar contorneando las protectoras sombras como un fantasma obsceno. Una vez más sentí la extraña sensación de ser guiado por algún invisible acólito de Satanás.
Y aun mi alma endurecida por el pecado se agitó durante un instante al encontrarme ante mi domicilio natal, el lugar de mi retiro de juventud.
Luego, esos inquietantes recuerdos pasaron. En su lugar llegó el ávido y abrumador deseo. Tras las podridas cercas de esa vieja casa aguardaba mi presa. Un momento más tarde había alzado una de las destrozadas ventanas y me había deslizado por el alféizar. Escuché durante un instante, con los sentidos alerta y los músculos listos para la acción. El silencio me recibió. Con pasos felinos recorrí las familiares estancias, hasta que unos ronquidos estentóreos me indicaron el lugar donde encontraría remedio a mis sufrimientos. Me permití un vistazo de éxtasis anticipado mientras franqueaba la puerta de la alcoba. Como una pantera, me acerqué a la tendida forma sumida en el estupor de la embriaguez. La mujer y el niño -¿dónde estarían?-, bueno, podían esperar. Mis engarfados dedos se deslizaron hacia su garganta...
Horas más tarde volvía a ser el fugitivo, pero una renovada fortaleza robada era mía. Tres silenciosos cuerpos dormían para no despertar. No fue hasta que la brillante luz del día invadió mi escondrijo que visualicé las inevitables consecuencias de la temeraria obtención de alivio. En ese tiempo los cuerpos debían haber sido descubiertos. Aun el más obtuso de los policías rurales seguramente relacionaría la tragedia con mi huida de la ciudad vecina. Además, por primera vez había sido lo bastante descuidado como para dejar alguna prueba tangible de identidad... las huellas dactilares en las gargantas de mis recientes víctimas. Durante todo el día temblé preso de aprensión nerviosa. El simple chasquido de una ramita seca bajo mis pies conjuraba inquietantes imágenes mentales. Esa noche, al amparo de la oscuridad protectora, bordeé Fenham y me interné en los bosques de más allá. Antes del alba tuve el primer indicio definido de la renovada persecución... el distante ladrido de los sabuesos.
Me apresuré a través de la larga noche, pero durante la mañana pude sentir cómo mi artificial fortaleza menguaba. El mediodía trajo, una vez más, la persistente llamada de la perturbadora maldición y supe que me derrumbaría de no volver a experimentar la exótica intoxicación que sólo llegaba en la proximidad de mis adorados muertos. Había viajado en un amplio semicírculo. Si me esforzaba en línea recta, la medianoche me encontraría en el cementerio donde había enterrado a mis padres años atrás. Mi única esperanza, lo sabía, residía en alcanzar esta meta antes de ser capturado. Con un silencioso ruego a los demonios que dominaban mi destino, me volví encaminando mis pasos en la dirección de mi último baluarte.
¡Dios! ¿Pueden haber pasado escasas doce horas desde que partí hacia mi espectral santuario? He vivido una eternidad en cada pesada hora. Pero he alcanzado una espléndida recompensa ¡El nocivo aroma de este descuidado paraje es como incienso para mi doliente alma!
Los primeros reflejos del alba clarean en el horizonte. ¡Vienen! ¡Mis agudos oídos captan el todavía lejano aullido de los perros! Es cuestión de minutos para que me encuentren y me aparten para siempre del resto del mundo, ¡para perder mis días en anhelos desesperados, hasta que al final sea uno con los muertos que amo!
¡No me cogerán! ¡Hay una puerta de escape abierta! Una elección de cobarde, quizás, pero mejor -mucho mejor- que los interminables meses de indescriptible miseria. Dejaré esta relación tras de mí para que algún alma pueda quizás entender por qué hice lo que hice.
¡La navaja de afeitar! Aguardaba olvidada en mi bolsillo desde mi huida de Bayboro. Su hoja ensangrentada reluce extrañamente en la menguante luz de la angosta luna. Un rápido tajo en mi muñeca izquierda y la liberación está asegurada... cálida, la sangre fresca traza grotescos dibujos sobre las carcomidas y decrépitas lápidas... hordas fantasmales se apiñan sobre las tumbas en descomposición... dedos espectrales me llaman por señas... etéreos fragmentos de melodías no escritas en celestial crescendo... distantes estrellas danzan embriagadoramente en demoníaco acompañamiento... un millar de diminutos martillos baten espantosas disonancias sobre yunques en el interior de mi caótico cerebro... fantasmas grises de asesinados espíritus desfilan ante mí en silenciosa burla... abrasadoras lenguas de invisible llama estampan la marca del Infierno en mi alma enferma... no puedo... escribir... más...
FIN

Hola! En vista de que inicia noviembre, lo que significa "día de muertos" aquí en México (2 de noviembre), decidí publicar este relato con anticipación, que por cierto me encanta, es uno de mis favoritos. Para mí es uno de los mejores cuentos de horror, (OJO, CUENTOS NO NOVELAS) que he leído en mi vida (lo sé suena exagerado xD), en fin espero que les haya gustado, quizá no tanto como a mi, pero algo es algo, si es que lo leíste.

sábado, 1 de octubre de 2011

I Feel Sick

Hey que tal, ya entramos al mes de octubre ujuuuu y ya es otoño (o al menos eso dicen los calendarios). En lo personal a mi me gusta mucho el mes de octubre, no sé por qué en si, quizá por el ambiente (Halloween) y el clima. Aunque aclaro que soy consiente que nuestra fiesta es en si El Día de Muertos y que Halloween viene del extranjero, ¡a mi me gustan ambas! :D
Bueno, a decir verdad he estado agotada con las clases, bastantes trabajos, en realidad nada del otro mundo, pero pues digamos que eso no ayuda mucho a darme ideas y tiempo para el blog jeje.

Para empezar el mes les traigo otra joyita de Jhonen Vasquez, un cómic chidillo, sobre una chica trastornada a la que le ocurren cosas peculiares y extrañas, bueno esta chida se llama Devi (que ya habremos notado su aparición en Johnny The Homicidal Maniac) .
A diferencia de JTHM, I Feel Sick son secuencias a color.
De cierta forma es interesante la temática de desordenes emocionales y acontecimientos "supernaturales", al menos  a mi me gustó jeje. Hablemos de los personajes, así conocerán más brevemente la trama:




PERSONAJES:
  • Devi D.
La protagonista, Devi, es una mujer introvertida que está siendo atacada por las mismas fuerzas que causaron estragos en Johnny, el protagonista de Johnny The Homicidal Maniac, y su interés amoroso (el interés terminó cuando él trató de matarla en un intento de " inmortalizar el momento "). Pese a las afirmaciones anteriores, que no era su novio, y la única fecha que pasó terminó violentamente, dejando a Johnny con traumatismo craneoencefálico grave. 
Ella fue criada por su padre, al menos desde su adolescencia, y se ha mantenido un poco antisocial, desde entonces, derivados de su primera cita desastrosa. Su posterior intento de salir no le fue mejor, y de hecho han empeorado.
  • Tenna
Tenna es una buena (y al parecer la única) amiga de Devi, y vive un piso más abajo de ella.Ella posee un juguete chillón que llama Spooky, y cree que la fuente de todos los problemas de Devi es la falta de contacto social (que, por cierto, es cierto). Su consejo a Devi es siempre "Hay que salir más", que generalmente es recibido con escepticismo por Devi. Ella se considera como una locura, por el hecho de que constantemente habla con su juguete chillón, Embrujado. Aparece por primera vez en la cuarta edición de JTHM, tratando de calmar el miedo de Devi, y que entonces se llamaba Tonja. 
  • La dama de grasa psíquica
Esta mujer monstruosa, con sobrepeso tiene grasa psíquica y no tiene reparos en cuanto a hacer públicas sus visiones que Devi va a morir en un accidente aéreo. Sin embargo, que la predicción es falsa, ya que su grasa no tenía el "corazón" para decirle que fue ella la que iba a morir. Esto se hace evidente cuando un avión se estrella en el edificio. Ella vive directamente el piso de abajo de Devi. Ella no ha salido de su apartamento por lo menos una década y, en algún momento de la historia, bloquea el pasillo del apartamento de Devi con su grasa.

  • Eddie

Un hombre del pasado de Devi, y contribuye a su introversión.

  • Eric

Eric es un adolescente con bombas de humo que le gusta disfrazarse y fingir que es un vampiro.
  • Sr. Nevers
Un alto en el Departamento de Artes Gráficas de la publicación de The Nervs. Este loco se ha sometido a una lobotomía a fin de que los centros creativos de su cerebro sean removidos.
  • Johnny C.
El personaje principal de Johnny The Homicidal Maniac, Johnny C. hace un cameo en el I Feel Sick. En un flashback , Devi recuerda la conversación que lleva a la fecha de su desastrosa cita en el número 2 de JTHM.


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Para su suerte tengo los únicos 2 tomos en español para descargar en Mediafire (para descargar, click en el título del cómic).



Pass: losamadosmuertos

lunes, 5 de septiembre de 2011

Enter The Void (2009)

Aprovechando mi tiempo libre, decidí pasar más rato aquí, dejando una película que me gustó, la cosa es que el director de "Irreversible" se ha convertido en uno de mis favoritos (gracias a un amigo mio), además de que siempre me ha gustado el cine francés. A pesar de que no he visto muchos filmes franceses ésta película llena mis expectativas y por consiguiente también el sonriente argentino Gaspar Noé.

Argumento:

Luces de neón por todas partes! 
La trama se desarrolla en Tokio, Japón donde Oscar, en su trabajo como traficante de drogas reúne dinero para  reunirse nuevamente con su hermana Linda que fue separada de él al morir sus padres. En el transcurso de la historia Linda se convierte en bailarina exótica e inicia una relación con su jefe, un nipón, mientras tanto Oscar es asesinado en un bar llamado "El vacío", ahora él tiene una nueva visión de su entorno...


Título: Enter The Void
Director: Gaspar Noé
País: Francia
Género: Drama
Trailer: 

Como ya lo mencioné antes, me ha gustado mucho la pelí, aunque también pienso que es sólo para personas de amplio criterio, pero supongo que si la has visto o piensas verla es porque ya te has familiarizado con las cintas de Gaspar Noé y sus temas tabú, y sobretodo su alto contenido "visual".

En 1 link con subtítulos en español:

Fuente de descarga: